lunes, 4 de julio de 2011

Mierda



- ¡Detente!
- ¿Qué?
- Está cerrado. - Dijo con voz firme y mirada desafiante.
- ¿Cerrado? ¿Por qué?
- Está cerrado por obras.
- No diga tonterías...
- El odio lo destruyó todo, ahora quien se adentra sólo aspira dolor.
- ¿Y las máquinas?
- ¿Máquinas?
- Sí, no dice usted que está cerrado por obras? Y las máquinas que reparan los daños?
- Niño tú eres tonto.
- Pues usted se explica muy mal...
- Anda, vete antes de que te contagies. Vete por donde has venido y no vuelvas.
- Yo quiero ayudar.
- ¿Ayudar a qué?
- A reconstruir, ¿a qué va a ser?
- Nadie te ha pedido ayuda.
- Pero yo quiero ayudar.
- No es el momento.
- ¿Por qué?
- Aquí sólo hay grietas de odio, ¿entiendes eso? Sólo existe rencor y dolor. No se puede reconstruir sobre las heridas, no se curan de esa forma. Hay que dejarlas supurar... hay que dejar que odien hasta que todo el veneno haya salido fuera. Tu insistencia ahora es superflua, al igual que tu presencia. No conseguirás ninguna reina de ajedrez si insistes en mover pieza ahora.



viernes, 1 de julio de 2011

Y cómo te quiero.
Como las bicicletas que ring-rrinean al saltar de asfalto a acera, en las calles más atestadas de aquellas pequeñas ciudades. Como el aroma a bollo recién horneado que invade la pequeña cocina. Como un dialecto propio. Como una sonrisa arrancada. Como una caricia despistada.

Y cómo te quiero. Y aún más sin poder gritarlo y sin poder guardarlo. Que con el tiempo creo que me he enamorado, y espero que el tiempo se lleve este temblor. Son días de tabaco y chocolate. Nada es tan maravilloso, ni tan rosa, ni tan armónico como para quitar el hipo con carcajadas estridentes.