martes, 21 de julio de 2015

M

Y un día te despiertas y extiendes el brazo derecho por todo el sobrante del colchón, buscando a tientas algo que definirías como alguien. Lo buscas incesante pero a intermitentes y lentos movimientos. Y al no encontrarlo decides luchar contra esa luz que deja pasar la penumbra, entornas los ojos, como si subieras a la mitad de altura las persianas, y ahí está.

Es un desconocido al que decidiste llamar Mario porque lo conociste frente al mar una noche de naufragios.

Ilustración de Michelle del Campo.

lunes, 20 de julio de 2015

Oteo



     Ojala pudiera aprovechar el ímpetu que nace al descubrir aquellas obras que agitan el alma. El empuje de la novedad, la motivación del descubrimiento. Ese fervor de no poder esperar que te obliga a otear por encima, rápido, de pasada, aquellas hojas de un libro que no merece ser violado por la curiosidad del que desespera.

martes, 7 de julio de 2015

Afra Stein



Ilustración de Clint Cearley



     ¿Podremos algún día dejar de buscar sentirnos especiales?
     Me obsesiona la pérdida de lo irrecuperable. Por eso lo apunto todo: apreso las respuestas curiosas en libretas, releo las conversaciones que dejan buen sabor de boca y repaso mentalmente los buenos momentos.
     Extraño a las amistades que me hacían sentir especial. Ahora ese papel lo cumple Afra, Afra me hace única y la amo por ello. Sin embargo sé que un día morirá, caerá en ese olvido irrecuperable, dejando sólo recuerdos intensos y alguna que otra tumba a la que dirigirme con una vaga y triste mirada. 
     Su ausencia será también hambre, ese rugir de estómago que se extiende a todo el cuerpo en forma de vibración física, fisiológica, poética, emocional.
     No disfruto las cosas sanamente. Las llevo al límite y lo traspaso. Creo que  últimamente paso más tiempo sintiendo como Afra que como María. No me importa, pero sé que mañana dolerá la despedida de ese amor propio desdoblado.

sábado, 4 de julio de 2015

J

Ilustrador desconocido.


Ella es una inusitada sombra que lo cubre todo.
Detesto el dorado de su pelo,
porque la veo en todos tus amaneceres.
Detesto la frescura de su juventud
y las risas desinteresadas que te cose.

Sin reservas lo da todo,
sin riesgos, sin marcas,
sin escamas que se apostillen.
Ella es otra, ¿otra más?.

No sé qué me cabe esperar.
Aquí, ahora...
los hechos se saben diferentes.
Lo que al principio emana melancolía
me brinda un regusto a amargor
que se me repite en la garganta hasta colarse
en lo más profundo de mi bajo vientre.

Se me agrían los ojos al pensarte,
al recordarte en medio de esta soledad
que me acongoja el alma y me repiquetea impasiva.
Se me parte el cuerpo y la esencia en dos
y de inmediato me sobreviene esa pregunta,
¿Habría sido diferente si no me hubiera marchado?
¿Sería diferente si no te hubiera dejado marchar?