viernes, 13 de enero de 2017

Sascha Vykos


Ilustración realizada por Inenarrable


He visto al diablo
esta noche al despertar.

Estaba frente a mi
penetrando con sus negros ojos en mi mente.

Nuestras cabezas se tocaban
a la altura de la frente.

Sus brazos se clavaban en mi cama
a cada lado de la almohada.

Su aliento olía a sangre
de su boca a mis pulmones.

Su rostro impasible
abrió paso a lengua áspera y húmeda.

Como la de una serpiente
se bifurcaba desde sus adentros.

Lamió mi mejilla
con la lentitud de una babosa.

Ascendió hasta mis ojos
y los besó con el ardor de los infiernos.

Retiró su portentosa figura
clavando su mirada en mis pupilas.

Como títere desalmado
mi torso siguió su estela.

Unas manos aparecieron
al final de sus largos brazos.

Dos de sus dedos
se amoldaron a mi barbilla.

La alzaron unos centímetros
evaluando mis facciones.

Mi cuerpo estaba muerto
y mi mente adormecida.

Una sonrisa despótica
asoló mis pensamientos.

Y una estilizada figura
vino en forma de recuerdo.

- Nos volvemos a encontrar, querida.

He visto al diablo
esta noche al despertar.

martes, 3 de enero de 2017

Abrir los ojos




- Siempre sentí que se trataba de mi - dijo con un deje de revelación en sus palabras - que símplemente yo era un problema que te complicaba aspectos de tu vida. Quizás fuera así porque en mi incertidumbre suele embriagarme un sentimiento de comprensión inabarcable que justifique cualquier ofensa o dolor. Así no eras tan malo, así, al igual que yo, eras una víctima de las circunstancias. Así sería más fácil perdonarte cuando volvieras. ¿Perdonarte? En realidad ya te había perdonado, al menos lo suficiente como para echarte de menos.

Pero no. Nunca fui yo o algo nuestro. Siempre fuiste tú - ¿cierto? -. ¿Qué hubo de real en todo aquello? ¿Jugaste conmigo al igual que ahora juegas con el resto? ¿Fue mi lealtad sostenida sólo por el hambre de tu sexo? 

Jamás me habría perdonado haber saciado tu ansia. ¿Cómo no vi cómo eras realmente en tu trato con el resto de la gente? Cómo te acercabas a ellos, hilvanando tus palabras almidonadas a oídos secos, amoldando sus inocentes cuerpos a tus excesos o cambios de viento. Y luego... la sombra del recuerdo. Cerrabas puertas y ventanas a cal y canto para evitar enfrentamientos. ¿Te creerás de verdad tus propios cuentos?

Siempre pensé que se trataba de mi. Pero creo que ahora, en la distancia, me estoy dando cuenta de que tú eres así. Una parte de mi me grita que vaya a salvarte. Te veo en un barrizal chapoteando con algo de esfuerzo. Y centrado en tu misiva no das cuenta de que lo que te viene de arriba te supera. Te enterrará con cada una de tus suertes. Au revoir, compagnon.