Lo sabía, no era una ilusión de mente enferma.
Las corrientes me habían hablado y sonreido con palabras aromáticas
propias del último aliento de un viejo marcapasos,
propias del caer de las ultimas gotas de lluvia
mientras se deshilachaban nuestros dedos en una sombría Suiza.
Y ahora me siento bien, orgullosa, femenina,
me siento cuanto menos corcomida por termitas de veneno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario