Definitivamente no
hay nada como la ausencia, el vacío de todo contenido. Después de
haberse producido un punto de inflexión, todos quedan expectantes,
ansiosos por saber cómo va a ser la evolución, el nuevo despertar, el
abrir los ojos y... Lo que sea no nos puede dejar indiferentes. Para
bien o para mal producirá algo. Y ese algo, sin duda, será relevante.
No hay nada como la ausencia, el vacío de todo contenido. Quedar
congelado en el tiempo y el espacio. Dejar a la gente boquiabierta, con
la sensación con la que se contempla una obra maestra incompleta. Es
algo así como el derecho a la decepción.
Pintura: José Manuel Ballester |
Nunca antes me había gustado tanto el final de Quiéreme si te atreves,
donde los amantes, una vez que deciden tragarse el orgullo de toda una
vida, deciden sepultarse bajo el hormigón de unas obras en cualquier
lugar. Y así acaba la tragedia. ¿Qué tragedia? ¿La de un ''ni contigo ni sin ti''? [¡Pero si era un contigo! - dirán
los espectadores]. Era un sin fin, era un instante infinito. Era todo
lo que nosotros quisiéramos que fuera, porque estaba vacío.
¿Qué queda cuando se ha tocado el punto más alto, el más importante, el más urgente, el más absoluto?
¿Qué queda tras agotar todas las energías en algo inagotable? La más
absoluta calma. El más absoluto silencio. Un gris tan absoluto que ni se
percibe. ¿La muerte? La muerte. Es exactamente la muerte. No es el fin.
Es una suerte de pausa que nos permite caer en la reflexión, o en la
tristeza, o en la nada. Porque al final todo será nada.Pintura: José Manuel Ballester |
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