jueves, 15 de septiembre de 2011

A veces me siento como un mueble de jardín, un mueble viejo y desgastado por el tiempo.
En ocasiones recuerdo aquellos tiempos robados por un tic tac tierno y melodioso. Supongo que no fueron tan geniales como los suelo evocar, pero es la mejor ocasión para soltar un ''cualquier tiempo pasado en ese jardín fue mejor''.

Luego, sin comerlo ni beberlo, todo se puso patas arriba y como si un lobo feroz gigante hubiera estado soplando y resoplando al otro lado, todo se derrumbó. Volqué. Caí. Enmudecí.
Pasó el tiempo y a cada mancha en mi historia hirió cristales en mis ojos.

Ya le he dedicado demasiadas entradas a nuestro fracaso y las que me quedan (supongo). Ya no soy capaz de pintar colores fuera de la gama que te compone, ni de escuchar notas incomprendidas por tu voz. Todavía me queda mi sonrisa y algún que otro abrazo con motivo ajeno a tu persona, pero a excepción de eso, sigo envejeciendo en tu letargo.



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