viernes, 12 de febrero de 2010

¿Y cuando no me necesites...?

Estúpido


¿Recuerdas cuando jugábamos a pedalear por mi calle montados en bicicletas antiguas?
Yo necesitaba mis patines, por que no sabía montar a dos ruedas.
Fue entonces cuando a ti se te ocurrió que empezáramos a escupirnos cada vez que nuestros manillares se vieran de frente.

¿Recuerdas aquel verano que viniste a mi casa y me viste por primera vez
con mis braguitas blangas de rosas estampadas?
Un día se te ocurrió decirselo a los chicos de la calle de abajo y ya sólo podía sonrojarme cada vez que me miraban.

¿Recuerdas aquellas veces que jugabamos al escondite con tus amigos?
Te contaré un secreto, no soy tan estúpida:
Sabía contar hasta más de dos, pero no tenía ganas.

jueves, 11 de febrero de 2010

Mirando hacia el pasado


No se cambia.
Encantada de conocerte.
Mis pájaros bambolean entre circos ambulantes.
Ja! de tristes payasos, de diminutos gigantes.

Soy una niña con labios de caramelo,
dame un lametón, o dos, o tres...
no lograrás que dibujen tu nombre.
Ojala...

No existe esta historia sin ti y sin mi,
acuerdate de como se empuñó ese carboncillo.
Tú eras un loco odioso de corazón tiránico,
y yo una pobre cristiana con ojos de amor.

Qué inspirador!
No sé si llegaste a descubrir mis rezo
convertidos en poesía para oidos exquisitos.
Todavía te recuerdo en el horizonte.

Te echo de menos ahora
que nuestros lazos se deshilachan
y el tiempo se pierde poco a poco.

Te quiero a tí y a nuestra joven amistad,
los diarios no se rellenan sin tus salivares,
espero no me olvides.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Mecenas. #1




- ¿Sabes qué me pasa?
- Cuéntame...
- Dios murió, dejé de creer en él al crecer.
- ¿Y?
- Me di cuenta de que no era mi mecenas. No merecía mis rezos ni cánticos, no merecía mi devoción.
- ¿Qué? Ninguna atea o agnóstica habló con tal fanatismo.
- Hablo como una loca, ¿verdad? Necesito escribir.
- ¿Para qué tienes que escribir?
- Para mí.
- ¿Y cual es el problema? - Lo miré, el pobre ignorante parecía gilipollas.
- Olvídalo. - apagué el cigarrillo en el cenicero, me levanté, cogí mi bolso y lo dejé ahí.

- ¡¿Y ya está?! - me gritó desde atrás.


Menudo placer ignorar a ignorantes.