jueves, 25 de diciembre de 2014

Una suerte de pausa.

      Definitivamente no hay nada como la ausencia, el vacío de todo contenido. Después de haberse producido un punto de inflexión, todos quedan expectantes, ansiosos por saber cómo va a ser la evolución, el nuevo despertar, el abrir los ojos y... Lo que sea no nos puede dejar indiferentes. Para bien o para mal producirá algo. Y ese algo, sin duda, será relevante.
      No hay nada como la ausencia, el vacío de todo contenido. Quedar congelado en el tiempo y el espacio. Dejar a la gente boquiabierta, con la sensación con la que se contempla una obra maestra incompleta. Es algo así como el derecho a la decepción. 
Pintura: José Manuel Ballester

      Nunca antes me había gustado tanto el final de Quiéreme si te atreves, donde los amantes, una vez que deciden tragarse el orgullo de toda una vida, deciden sepultarse bajo el hormigón de unas obras en cualquier lugar. Y así acaba la tragedia. ¿Qué tragedia? ¿La de un ''ni contigo ni sin ti''? [¡Pero si era un contigo! - dirán los espectadores]. Era un sin fin, era un instante infinito. Era todo lo que nosotros quisiéramos que fuera, porque estaba vacío.
      ¿Qué queda cuando se ha tocado el punto más alto, el más importante, el más urgente, el más absoluto? ¿Qué queda tras agotar todas las energías en algo inagotable? La más absoluta calma. El más absoluto silencio. Un gris tan absoluto que ni se percibe. ¿La muerte? La muerte. Es exactamente la muerte. No es el fin. Es una suerte de pausa que nos permite caer en la reflexión, o en la tristeza, o en la nada. Porque al final todo será nada.
Pintura: José Manuel Ballester
   

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