jueves, 5 de marzo de 2015

Mute

Autoría desconocida

¿Acompañan siempre las palabras a los pensamientos más sentidos?
Pasaron ese filtro filarmónico que atraviesa todo lo que se exterioriza. No sabes muy bien cómo, pero nunca refleja con exactitud lo que arde dentro. El alma tiene un lenguaje obtuso que cuesta transcribir en declaraciones. ¿Sería más fácil traducirlo a colores emborronados? ¿Sonidos de un millar de tonos?

Un día abrí la ventana de mi habitación y me sorprendí verbalizando sonrisas en medio de una apoplejía apocalíptica. Minutos después mis manos eran un llanto seco que buscaba algo que abrazar a la desesperada. Verbalizar estragos es sacrificar el alma, guillotinarla. Estamos afiliados a estos eventos de manera incondicional.

Hay quien por todo esto desconfía de las lenguas y utilizan las bocas sólo para besarse y amarse. Amarse sin palabras, sólo con impulsos sentidos. Amarse sin contratos, sin condiciones, amarse sin reservas... durante al menos unas horas. Honrar a un alma herida, darle la vida que necesita antes de volver a hablar. Antes de destruir con miseria lo que se construyó con ese tipo de miradas que transportan agasajos.