miércoles, 27 de enero de 2016

R


Cuestioné cada una
de esas ideas locas
que a veces me espetabas en la cara
como si fuera el aire seco
que sueltan las primeras carcajadas.

Una a una las fui deshilachando
construyendo silenciosamente en mi mente
tu forma de ver el mundo,
el amor, el sexo,
la libertad.

Llenaste mis rincones más azules
de programas descarados,
de falsos acentos forzados
y de prohibiciones por precaución.
(Oh, no, espera.
Creo que eso último fue culpa mía.)

Se hacían las tantas de la madrugada
en medio de una selva de mosquitos
que nos superaban en número
y en artillería.

Me escuchabas,
te escuchaba,
me mirabas,
te miraba y sonreía.
Por que así era tu cara:
una risa.

Adoraba tu melena,
odiaba tu forma de pensar,
envidiaba tu forma de vivir vida.

Te recuerdo sencillo, sin nudos.
Te recuerdo translúcido, buceable.
Como ese viento suave
que aparta el pelo de mi cara,
que enrojece mi nariz,
y que saca,
a veces,
mi mejor parte.

Supongo que lo siento por mi,
supongo que te echo de menos,
supongo que como a toda la arena
que se escapa,
a veces,
entre mis dedos.


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