Hay mucho ruido en mi cabeza.
Voces que se apelotonan y se separan con rapidez.
No dejan de moverse,
las pierdo y las reencuentro en cuestión de segundos.
Intermitentes, dinámicas, suaves y estruendosas.
De entre todas ellas hay una
débil, cansada, abatida.
Que ya no se cree con fuerzas para ser escuchada por encima del resto.
Y ahí queda, como luz latente y titubeante,
aguardando encontrar el momento
para apagarse o arder.
Es tiempo de afonía
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