domingo, 20 de junio de 2010

Él sólo era un guitarrista de reveldes cuerdas,
tan joven como loco, tan alegre como iluso.
De amarga cresta, pero dulce aroma,
de bastos arapos, pero delicadas caricias.

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Nadie esconde bajo almohadas agenas tesoros mohosos,
ni se entierran dientes de leche sin dibujar antes mapas.
No se rezan rosarios a Dioses en desecho,
ni se le hace el amor a prostitutas si susurra la fría voz de Maquiavelo.

No... todo es más sencillo... si pones tu pétalo de flor.

Hoy tengo miedo de que mis pasos me lleven lejos
y me presenten lagos eternos de monstruos azules y pegajosos.
No se juzgar ojos sinceros ni caricias calculadas,
quién cuidará de mi cuando me nublen mis demonios,
cuando la idea tire más que la sangre
o la bofetada cure heridas de amor?

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