domingo, 27 de noviembre de 2011

Él


Es verdad, lo quiero.
Quiero un chico malo. Quiero un corazón de hielo rodeado de capas y capas de acero inoxidable. Quiero una tormenta de ingrávida hostilidad en sus ojos. Quiero que las gentes me hablen de temores ahogados en las bocas más secas cuando se refieran a sus besos. Que la aspereza de sus caricias invada el terciopelo del melocotón durante días por la maldición que desencadena el roce de su cuerpo. Que la locura en su mirada no se olvide fácilmente. Quiero que tenga los dientes más perfectos de todo el polo norte y la piel más café con leche de todas las islas de Egipto, si éste tuviera.


Quiero que se acerque con sigilo cuando yo esté a su alrededor, que cuando me mire, sus ojos encuentren la calma que atormenta sus inviernos. Que el calor de mis mejillas no sólo derrita su coraza de acero, sino que además descongele ese bloque de soledad con el que se blindan los corazones más endebles. Quiero que desee saciar su sequedad con la humedad de mi lengua y que no encuentre horizonte en mis caderas cuando se disponga a comerse mi mundo entero.







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