jueves, 2 de abril de 2015

The Grinch

 
     Noto como me transformo en ese monstruo. Poco a poco lo que hay de humana en mí empieza a agotarse. Me entristezco, me hago un ovillo y me trago. Esa bola desciende hacia mi estómago y se engancha a mi corazón. Lo desangra hasta secarlo y encoje varias tallas.

- Leave me now. I want be alone.

     Los monstruos crecen en la soledad de cualquier lugar. Se abonan con tristezas y se riegan con sus lágrimas. Es agotador perder la humanidad, se desvanece como la vida, expirando el último aliento. Aunque te sabe como cualquiera de los anteriores: lento, húmedo, pesado, profundo. Es como si con cada suspiro lacrimógeno el monstruo se asegurara de que todo lo que había dentro de ti queda fuera. Y en algún punto de toda esa parafernalia te mueres.

     Tu gesto se arruga, sospecho que por la deshidratación. En tu interior ya no hay un corazón que bombee, pero sientes que en tu pecho cada vez hay más calor. Te has adaptado al frío de las tinieblas, ya sólo queda dejarte llevar por sus voces para ser un neonato ejemplar. Te corroe el dolor, se te clavan las imágenes, te envenenan las ideas. 

     Es curioso. Aquellos para los que la felicidad no suele tocar a su puerta, se sienten más vivos como monstruos que como humanos.

     Estoy cansada de ser un monstruo verde.
     Estoy cansada de envidiar a los Who.




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