miércoles, 23 de octubre de 2013

Razones para no enamorarte.

Si vas a enamorarte de mi, hay varias cosas que debes saber:

No soy buena persona, no soy la novia perfecta, no soy el diamante en bruto que todos ven en mi interior cuando me miran, ni siquiera podría ser su sombra. Si los ojos fueran el espejo del alma, los míos estarían vacíos, cerrados, y mis párpados dibujarían la inocencia y la alegría que muchos desean ver en mi.

Cuando se me observa con detenimiento, el tiempo desgasta sutilezas y se empieza a entrever mi verdadera naturaleza, no sé si de mujer, pero desde luego, de felina. Puedo jugar con mi cuerpo, vestir embaucadora u ordinaria, puedo jugar con tu mente, parecer sociable o misteriosa, pero en realidad sólo soy la chica de la que desearías huir para el resto de tu vida, pues yo consumo al hombre.

Consumo, desbordo sentimiento. Éste me controla a menudo. Odio, rabia, frustración, tristeza. Y a veces amor. Danzo entre la pasión y la pasividad de forma mortal. Tengo el pack completo que te construye como mi antagonista y además tenemos la mala suerte de llegar puntualmente tarde a todos los eventos de la vida. Eventos como éste. Estamos en el espacio, pero el tiempo se nos escapa entre los besos que nunca nos daremos en el presente. Quién sabe, quizás desde él pueda construir nuevos caminos en los que termine odiándote, como todas las mujeres francesas a las que pintaste desnudas en tu cama con tus labios.

Mi amor por el siglo XIX no se limita a ser una cursi que escribe poemas deprimentes: soy pesimista, soy melancólica, vivo siempre en el pasado. A veces me regodeo en su mierda, otras veces me imagino tomando caminos alternativos (incluso fantásticos) y sólo los chaparrones de agua fría me traen de nuevo al ahora. Confieso que en ocasiones busco un salvador que acepte mi alma a cambio de maldad o moralidad. Lo que sea, pero permanente. Preferiría ser una puta a la sumisa que escribe en estos blogs, sufridora y abarrotada. Ciega. Me odio por tantas cosas que he escrito.

Tú. Eres un hombre extraño. Viniste con ganas de comerte el mundo y ahora pareces empachado. Te perdiste en el laberinto de mis ojos y pareces haber encontrado la salida. Siempre imaginé que un poema marcaría nuestra despedida. En cualquier caso, fue un gusto conocerte.

No hay comentarios: