lunes, 23 de febrero de 2015

Noches de lo más insípidas.

 
Ilustración de Nanami Cowdroy

     Llegué destruida, como quien se difumina de tal forma que se convierte en un espectro. Sin poder conciliar el sueño pensé que mi pesimismo había vuelto.

- ¿Me echaste de menos? 

     Traquetea la puerta sólo por educación. Sabe que todo en mi está abierto para él: desde la mente hasta la piernas. Y me folla de tal forma que me deja sin aliento para sollozar siquiera, pero las lágrimas caen silenciosas y mis pensamientos no paran de borbotear en un líquido ponzoñoso de extraña consistencia.

- No, pero estás aquí, así que toma asiento.

     No nos miramos. Él pulula por mi alrededor curioseando y toqueteando todo. Esparce sus esporas allá por donde camina, huele o siente. No envejece, no descansa, y por irónico que parezca, no deja de sonreír. Es esa sonrisa irónica y burlona que te apaga conforme ella se va mostrando más apoteósica.

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