lunes, 9 de febrero de 2015

Thingy



Había bebido.

Siempre estuve orgullosa de nosotros,
no te imaginas cuánto.
Cuando hablaba de ti
se me llenaba la boca de pétalos
y mi pecho se inflaba igual que se inflan los balones:
hasta rozar el límite.

Te acompañé a la puerta y me invadió el sentimentalismo.

Comenzamos siendo dos desconocidos
cuya amistad nació de la insistencia de lo absurdo.
Me gustaría decir que nunca olvidaré esos años,
pero lo cierto es que me da igual.
El telón cae.
Los pétalos escasean.
Y yo te quiero
como la primera vez,
pero cuando mi pecho se infla,
revienta.

Temí que la distancia resintiera quienes habíamos sido.

Creo que en el fondo todo apuntaba a lo mismo.
Quizás esperé demasiado de ti,
o terminé alimentándome de un recuerdo, de una idea.
Seguro que en otro tiempo habrías actuado diferente.

Tú te hiciste el loco, como si no hubiera motivos para pensar eso.

Sea como fuere me equivoqué,
lejos de conservar una amistad
insistí en conservar una tradición.
Ya no importaba quiénes decían nuestros actos que eramos,
tanto como la memoria de quiénes habíamos sido.

Pero al final tuve razón.

Y eso está bien en tiempos de bonanza,
pero me resulta insostenible cuando de verdad te necesito.



Ilustración de Noemí Villamuza.


No hay comentarios: