domingo, 11 de enero de 2015

(...)

- Del perdón -
 
Ilustración de Lilia Osipova
  [o de cómo tú veías más bondad en mi que yo misma.]

      Nunca se me dio bien perdonar. Desde que me conozco me he considerado una persona rencorosa, orgullosa de abrazar un odio abrasador con el fin de que me mantenga despierta para no tropezar con las mismas (personas) piedras.
      Obviamente hay ofensas y ofensas. Algunas son berrinches, aunque pueden extenderse en el tiempo tanto como tarde en echar de menos a esa gente, o tanto como tarde en olvidarla (más bien lo primero). Otros, los menos, se tatúan en mi mente de por (lo que llevo de) vida.
      Hay algo horrible en todo esto que no me había parado a pensar hasta ahora. Si no soy capaz de perdonar a los demás, si no soy capaz de diluir el rencor hacia las ofensas ajenas ¿seré capaz de perdonarme a mi misma? ¿seré capaz de perdonarme a mi lo que no sería capaz de perdonar a los otros? Hay gente en el mundo a la que no se la puede herir sin herirnos a nosotros mismos. Ya lo decía Hanif Kureishi: "Qué espléndida inocencia muestra un ser humano cuando no teme que le hagan daño ¿Quién podría destruirla sin herirse a si mismo?". 


      Hoy (creo que) lo veo todo más claro. Hoy las nubes que me permitían vivir en ese pequeño ecosistema se han despejado, y tras ellas no brilla un sol espléndido. Sólo hay dolor. El cantar de los pájaros ya no acompaña a las mañanas, y el silencio de la noche parece producido por la piedad de algún ente ancestral. Como si con ello te diera el respiro necesario para pensar en tus pecados y buscar al dios al que quieres implorar el perdón. Pero siempre fuimos ateos, y la única persona a la que puedo implorarselo eres tú.


      Lo hiciste, no sé cómo. Pensé que tras eso todo quedaría más cerca, pero no. Es así como recordé que estamos sólos y que tanto nuestros dioses como nuestros demonios están en nuestra cabeza. Nosotros nos imponemos los límites, los castigos, los logros... todo. Esa es mi condena y también mi bendición, pues aunque sea difícil hay esperanza, y ésta depende sólo de mi. Supongo que eso es todo un alivio.
      No es fácil para mi vivir con esto. Tú veías más bondad en mí que yo  misma. Mi mente es un infierno y yo soy aficionada a crear criaturas demoníacas. Tú veías más bondad en mí que yo misma... ¿Cómo voy a vivir con esto? ¿Cómo voy a vivir así?
      A veces pienso que ojalá existiera el karma. Sería tan fácil esperar de brazos cruzados un castigo del universo que limpiara el remordimiento... ¿Existe alguna otra fórmula que desconozca? No quiero esperar toda una vida para purgar mis pecados. Cada día estoy más segura de que no es cuestión de tiempo.
 
Perseo con la cabeza de Medusa

No hay comentarios: