sábado, 17 de enero de 2015

El horror vacui de la positividad.


      Creo que hay gente que camina y vive a unos centímetro de la superficie de la tierra, donde es imposible que los pies rocen el suelo y que las palabras coincidan con los hechos. Allí, en el mundo de Yupi, todo es hermenéuticamente posible. Tanto es así, que estas personas viven en un trance permanente, donde todo está impregnado de un delicado tono rosa pastel y donde se habla en clave de entusiasmo.
      Si tuviera que describirlas en una sola palabra lo tendría claro: derroche. Derrochan todo lo derrochable: derrochan emoción, derrochan simpatía, derrochan felicidad, derrochan autoestima, derrochan seguridad, derrochan incluso emoticonos de happy-ending. Son el horror vacui de los pensamientos positivos, una radicalización tan extrema que es complicado no verlo como ficción.
      Al principio pensaba que este tipo de personas (no se si humanas o superiores a la especie) debían dormir mucho. Pensaba que sus rutinas debían dejarlos exhaustos. ¿Quién podría estar 24/7 experimentando todo con tal intensidad mental? Ponerme en su pellejo me resulta agotador. ¡Pues no! ¡Para mi fue de lo más alarmante descubrir que madrugaban! Porque sí, porque ''a quien madruga, Dios le ayuda". Nos han jodido...
      Deben de ser ángeles caídos del cielo. Su frenesí no puede tener una explicación mundana. ¿Será producto de esnifar el polvo que sueltan las nubes? ¿Será la gracia de Dios? ¿Será que les falta media ostia en cada mejilla? Seguro que eso les devolvería al suelo que pisamos el resto de los infelices mortales.


      En cualquier caso, siempre me exacerbó su ficción. ¿Envidia? Seguramente. Por mucho que madrugue, no me salen alas en las sandalias.

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